viernes, 19 de noviembre de 2010

SI ME PREGUNTAS DE DÓNDE VENGO

"Yo conozco la fuerza y el tañido
de las palabras que el palco no aplaude.
A veces no la imprimen, no la publican,
pero la palabra salta a revientacinchas,
hace andar a los ataúdes sobre sus cuatro patas de roble
y silban los trenes lamiendo
de la poesía
las manos callosas".

(Vladimir Vladimirovich Maiakovski)





"Y las horas después del almuerzo, en que los jóvenes estudiantes
y las jóvenes estudiantes y los sacerdotes se masturban,
y los animales fornican directamente,
y las abejas huelen a sangre, y las moscas zumban coléricas,
y los primos juegan extrañamente con sus primas".

(Pablo Neruda)




ESTUVIMOS JUNTOS EN UN SOLO FRAGMENTO DE LA MAÑANA

"Levantar adoquines
para clavar
las frenéticas banderas de la imaginación".
(José Caballero Millares)

Adiós, compañera.
Me voy
tal como vine.
Quizá más desnudo
y solo.

Quizá
un mucho más muerto
o más vivo.

No voy a poner dificultades.
Me voy
"ligero de equipaje".
Con todo lo que no me has dejado darte.
Total ni me conoces.
Paso por tu lado y no me has reconocido.

Soy yo,
el de siempre,
ya sabes.
El poeta de zapatos de rocío que te amaba.





ME GUSTA SENTIR LA PULPA TIBIA...

Me gusta sentir la pulpa tibia
de tu carne
y de tu piel
temblando
a la caricia
de mis dedos.

Me gusta
besarte
donde nadie te ha besado.




SIN SABER CÓMO...

Sin saber cómo, llegaste.
Te introdujiste
sigilosamente
en mis habitaciones,
recorriste como un aroma
mis laberintos y pasadizos,
derramaste luz en mis rincones oscuros.

Sin saber cómo te me has hecho necesaria.
Te me has metido en las venas,
has circulado líquida en mis arterias.
Has cuidado mis heridas.
Acariciado mi frente.
Has apagado mi sed con tu agua.

¿Quién eres mujer,
que así caminas?

Porque lo que siento por ti
nunca fue definido
ni nos importa en absoluto cómo se llama._




DESEO

(En latín, desiderium significó, originariamente, ocaso de un astro,
después añoranza, y en una época tardía, deseo)

Esta debe ser la profunda e invencible tendencia
que me empuja a apropiarme de ti
de muy diversas maneras,
pero sobre todo a poseerte sexualmente.

Los animales tienen periodos de celo,
y hasta los elementos químicos
tienden a atraerse entre sí, o a repelerse:
este debe ser, sin duda, mi tributo
a una fuerza consubstancial al universo,
mi raíz mineral,
aunque hay quien dice que el deseo
-- incesante morir y renacer --
sólo es propio del individuo humano.

El deseo desgarrado,
el amor loco.




EN NOCHES DE SILENCIO...

En noches de silencio
me deslizo en tu vientre como una sombra,
como una copa apurada hasta los esfínteres,
como un rumor opaco,
un jadeo interminable,
un no ser sino en ti líquido cuerpo que te habita.

En noches de silencio
recorro tu piel en caricias milimétricas,
a lomos de vellos erizados y dientes que se encuentran,
lenguas que te miden y te penetran,
restos de epidermis que nos repartimos en aromas de saliva.

En noches de silencio,
como viejos cómplices o amantes perversos
desnudamos los cuerpos de las amigas
e intercambiamos miradas secretas.

En noches de silencio, amiga mía.




COMO AL FINAL DE UNA AGONIA...

Como al final de una agonía
quedas derrotada sobre mi piel, jadeante y húmeda.
Te dejo caer suavemente a un lado de las sábanas limpias
y me hundo en tu cuerpo buscando mi propia derrota,
el nirvana impregnado de fluidos.

Entrecruzamos besos de labios relajados,
silencios en calma
y cuerpos que aún permanecen electrizados.

Polvo somos y en polvo nos convertimos.
Las luces que atraviesan torpemente los cristales
nos dan señal de que descendemos sobre el planeta,
de que volvemos al mundo,
de que hace frío y que nos vendría bien un café.

Cigarros, noche, silencio.




INTENSAMENTE DESLIZAR EL INGRAVIDO...

"Y quiero marchar con ella hacia delante,
hacia el lado que crece la mañana,
porque me he desposado con el pueblo
¡y estoy en puro amor arrebatada!".
(Susana Esther Soba)

Intensamente deslizar el ingrávido
momento del romance o del panfleto,
desesperadamente asirse a trozos de un cristal
que brilla desperdigado en la aurora,
olfatear incesantemente una nueva salida,
la vía científica de una forma resuelta e intransigente,
beber hasta las heces
la amargura del presente
con las lágrimas y la fe clavadas
en un futuro que se nos adviene incierto,
palpitar compartiendo la miel infinita
del amor
y mantener afilada la pluma,
el arma,
la bandera
y la imaginación
mientras sea necesario un poema, un verso,
una palabra de amor,
la militancia.




POEMA NOCTURNO

Vivo en la luz.
Domino los amplios espacios iluminados.
Pero para hablar,
para susurrar,
para deslizar las palabras
como ingrávidos
fluorescentes,
preciso
la oscuridad hueca,
la sombra.
El velo líquido
que nos reduce
a voces sin rostro,
a borrachera que se acaba.

Vivo en la sombra.
Amo
la luz tibia de los cigarrillos.




EL EXTRAÑO

¿Qué firme decisión le mueve
o que inescrutable duda
le absorbe?

Porque ese extraño
que se ha subido en tu coche
va hacia algo.
Oculta algo.




UN TRAJE DE NOVIA ASESINADA MOJADO POR LA LLUVIA

"Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo".
(Miguel Hernández, 'Canción del esposo soldado')

Fíjate bien en esa mujer que viene calle abajo.
No podrían extraérsele
elementos grandiosos para hacer una epopeya
y sin embargo
cuantas cicatrices marcan su joven corazón,
qué profundas ojeras recorren sus mejillas.
Perdida en la noche, a la deriva del amor,
qué profundos naufragios ha sobrevivido,
qué tempestades de mentiras, de telarañas lúgubres,
qué desvarío, qué terrores nocturnos la han asaltado,
qué puentes de desesperación ha cruzado
esa mujer que viene calle abajo.

Esta mujer que hoy es mi esposa
está hecha de encadenadas flores amargas,
construida sobre profundas raíces que se aferran a la tierra,
como mineros del titanio y la piedra bruñida,
como calles de barrio y aceras del tiempo,
fuertemente creciendo, firmemente avanzando,
en medio de las voces y las golondrinas que vienen de la sangre.

Esa mujer que viene calle abajo
tiene profundas raíces en el pueblo.
La madrugada llega con rumores de combate
y ella la recibe empuñando espadas de miel
y besos y sonrisas
frente a los cementerios, frente a los borrachos que escarran
y que orinan piropos de macho irredento en las esquinas,
frente a las mujeres vacías y la muchedumbre que vomita
semáforos y otras conductas sociales,
y de la mano de los niños que escupen
hastío en las aulas como cárceles de los colegios,
y de la mano de los niños que beben amor
con una sed insaciable y desatendida,
y de la mano de los niños, esa mujer, calle abajo.
Y cuando esa mujer llora
no hay angustia comparable con sus ojos oprimidos,
con su música respirada por violines sin cuerda
mientras sin límite tembloroso busca silencios de almohada.
Su amor no es un vino ni una quemadura.
Ella sube sin miedo por las escalas de mi pecho devorado.
Ella recorre los pasadizos de las fábricas de normas
subvirtiendo el aire con su risa transparente.

Con un sabor de rama fresca
ella atraviesa las ventanas en una lluvia de cristales
hacia las calles habitadas por ruedas dentadas,
hacia el mar que desfila en formaciones de espuma
con pies y manos, y manos y pies,
hacia el banquete de mi piel y mi cuerpo desnudo
con sus manzanas y sus besos y sus pechos florecidos
y su corazón cicatrizado y nuevo
llevándome la terrible claridad de un sol enterrado.

Esa mujer que viene calle abajo
no deja dormir a los fariseos,
y los obliga a pasearse en corbata pajarita
por los andamios de los rascacielos,
a miles de kilómetros de altura,
donde las ciudades se vuelven diminutas y los hombres vuelan,
más allá de las intrigas y las falacias que caen pulverizadas
y los siglos de dominación que servirán de abono a la hierba de los cementerios.

Esa mujer que viene calle abajo.
Esa mujer, calle abajo.




BIOPSIA DE UN CANCER DE HOJALATA EN LA COLUMNA

"Je mourrai d'une jambe arrachèe
par un rat gean jailli d'un trou geant"
(Boris Vian)

En una carroza tirada
por cuatro millones de hojas de afeitar
recorro los páramos de abandonadas
latas de sardinas,
embutidos.

Desciendo en una larga alfombra de piel de melocotón
y esparzo una nube de detergente
para cortar la grasa.

Se encabritan tres leones luminosos:
rasuraré su distintivo
y los bajaré a la altura
del proletariado del spot selvático.

Setecientas bombillas más tarde
reanudo la marcha del carruaje:
una jauría de abrelatas hambrientos
nos persigue.




Y UN PASQUIN BOLCHEVIQUE

PROCLAMA

Del Comité Ejecutivo
del Comité Central
del ala bolchevique de los poetas
a todos los poetas:

El claro crisol del cristal
rompe radiante renovadas rarezas
pisando paciente papeles del pueblo.

Y sin embargo
el vidrio de la crisálida
clavó al oso en las mejillas.




ESTOY TAN CANSADO...

Estoy tan cansado,
amor mío,
que hasta las alas de las gaviotas
parecen yertas
en el cielo.

Estoy tan cansado,
amor mío,
que hasta tu rostro se difumina
en las tinieblas.

Estoy tan cansado,
amor mío,
que solo deseo ser
una palabra silenciosa en tu regazo.




IMPUESTO SOBRE LA RENTA DE LAS PERSONAS FISICAS

Nombre: Teodoro Santana.
Edad: Unos tres millones de años, aproximadamente.
Estado civil: Prisionero político.
DNI: Me resisto.
Profesión o actividad principal: Parado (ejército de reserva).
Régimen económico: Miserable.
Domicilio: Una calle donde se vea la luna.
Cónyuge: Ojos Tristes.
Otros miembros de la unidad familiar y su parentesco:
Osito pelusín (ídem)
Luili (muñeca de trapo)
El frío de la calle (desolación habitual).
Clase de liquidación: Cotidiana.
Vivienda: Mis zapatos.
Ingresos por trabajo personal:
Ochenta y cuatro millones de ritmos palabras por minuto.
Valores de renta fija: Ochocientos libros
(los demás valores no son cotizables).
Actividades empresariales: Nunca.
Gastos deducibles: Tinta, papel, pluma, aire, cerebro,
estómago, nervios, riñones.
Base imponible: Un millón doscientos quince mil setenta y dos versos.
A deducir: Falta de trabajo y casa.
A ingresar: Varios milenios de trabajo poético.
A devolver: No pueden.
Situación general: Agredido Desesperado Obstinado Frito
(Táchese lo que no proceda).




POR LOS DELGADOS CAMINOS DE LA SANGRE

"Y el fuego genital transformado en delicia
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra".
(Pablo Neruda)

Densamente asombrado,
suavemente colgado de la lámpara del techo,
saco de las oscuras madejas de mi almohada
las pequeñas virutas que se desgajan de mis versos labrados,
los trajes de alcatife, las hojas de acanto, las adelfas y laureles,
las entrañas aheleadas, los alambiques de alcanfor,
el aljibe lleno de libros comunistas, una roja lluvia de ababoles
y una alcolla llena de alcrebite.

Más allá de esta ventana y como surgidos
de las alacenas de mi cerebro
planean en el aire tibio negros abantos jiferos,
pero yo te he reconocido en los pasillos donde el polvo y las arañas
juegan a hacer octógonos solares.

(Hay un yunque profundo en mi pecho
y un vitriolo corrosivo en el estómago)
.

Todas mis pertenencias, todas, una tras otra,
los heliotropos que nunca tuve
y las ratas que me asaltan por los nervios electrizados,
te las dejo en herencia, en encargo,
y reconozco que duelen muy adentro, como el fuego
o como un cáncer en la columna vertebral.

Esto que sopla no es ciertamente un suave céfiro,
y los tiempos no están como para perderse entre alhelíes.

Llega hasta mí un mar de peces celestes, de enormes ojos blancos,
con espuma amarilla y aletas de sangre,
blandas algas disfrazadas de esmeraldas fugitivas,
cientos de acoros y medusas de un gesto anaranjado
y violáceos sonidos a través de la blancura de las rocas.

Tengo un calzador de zapatos por escritorio
y un inviolable hueco para todos mis libros;
me he manchado del barro de las sílabas y las palabras
para construir versos como ceniceros, como tallas, como jarrones,
como piletas de una oscuridad terrible
desflorada por los 100 watios de la bombilla.

Habita un enorme ojo en alguna parte de la habitación
que me vigila, que me desnuda, que me cubre de acíbar
en medio de las goteras y las bacinillas.

Me levanto no obstante, me elevo entre todo,
dejo atrás el espíritu estrecho y el agiotaje de los abaceros
y a tus labios me aferro, en tus labios resisto,
amor mío, amor mío,
hasta que amanezca de nuevo
sobre las aceras mojadas.




BALADA NOCTURNA EN LA PORTADILLA
(Serenata para Bette Davis)


El humo liado y empaquetado,
esa cosa que llaman cigarrillo,
se desangra o desceniza esta noche
de calima y luna y calles.

El yodo del mar llega sobre las azoteas
que se vuelven atónitas
hacia las quillas rectangulares de los muelles.
Coronadas por antenas, respirando
lentamente
el humo del hachich bajo los párpados dormidos
de la city, las horas de la noche hacen fintas por los armarios sudados
y se desploman sobre el hedor de los orines.

Sube el agua a los depósitos.
Bette Davis aplasta la colilla
y bajo las farolas respira regularmente
una húmeda y oscura masa abandonada
sobre una negra balsa de basalto contraído.

Bette Davis nunca conoció La Portadilla,
pero estamos todos enamorados
de los ojos de Bette Davis.
Aquí nadie es Blanco Anglosajón Protestante,
ni siquiera pretendemos imitar a Henry Fonda
en "El mejor Hombre".

En nuestras noches la atmósfera
se llena de sueños, jadeos y cuentas,
de niños que piden agua y viejos que tienen tos.

Somos un ejército terrible
que espera acampado en los arrabales.

Y estamos todos enamorados de los ojos de Bette Davis.




SINFONIA NOCTURNA PARA UN SEMAFORO SOMNOLIENTO

Pido para ti
un al to sue ño
(pausa timbales)

Sombras y muertos se esconden por aquí
(presto)
muerden el polvo
(Pausa. Una moto salpica estrellas a su paso
que se vuelven a tus ojos. BROOOUMMRROARRRR.
Intermezzo)

Recor dar te
ya
no
es
preciso
(súbito)
porque igual que el salitre te prendes a mi camisa

(Aclaración: eres como un viento helado
que azota el rostro. Electrificaste
todas mis células hace tantas noches)

Cinco mil millones de luces ti li lean tes
que se
esconden
y
retuercen
al compás

columnas de gases luminosos
hasta la arena
(ROOOARRRSRRRBROOOUMMM)

La espuma salitrosa revienta
sobre los pilones tetra go nales
de la auto vía
(allegro ascendente)

Pare prohibido pase
siga siga siga
Prohibido romper el engranaje

Fin de la transmisión
(sumiso andante).




SCHERZZO Y FUGA EN EL OJO DE UNA HORMIGA

El controlador cibernético de turno
hunde la bayoneta en mis fosas nasales
hasta tropezar con la cara interna del hueso occipital.
Densamente, lentamente,
espesas gotas de sangre oscura caen sobre los correajes
y los dorados galones que ribetean las mangas.
Abro los ojos mientras me arrastran, como tobillos brutalmente
vestidos de seres humanos, hasta la celda diecinueve
a abrazar a las hambrientas ratas grises venidas del estiércol
que mordisquean mi sucia blusa numerada.
La puerta está abierta y me arrastro
torpemente hasta las baldosas húmedas de la calle.

Escapo tropezando con botes de cerveza hasta mi cuarto,
y me tumbo sobre la cama, junto a guitarras llenas de agua,
las frazadas negras, relojes trabajando como un corazón seco y exasperado.
Han instalado pulsadores automáticos de ritmos cardiaco respiratorios,
y cámaras de visualización panorámica del interfecto.
No dejarán ningún cabo suelto, ni calzoncillos, ni camisas, ni toallas,
y hasta mi pelo rapado tiene un crecimiento estrictamente computarizado.
Han sido revueltos mis papeles como dentaduras olvidadas junto a vasos de agua
y suprimidas las partes más subversivas de mis versos.

Me miro en el espejo y saludo a Osip Brik y a Maiakovski.
El viento barre los escupitajos de la calle, Blake Edwards incluido,
y las cucarachas buscan los olvidados paraísos de la basura.
Me quedan algunas uñas intactas,
y hasta alguna costilla en el abismo de mi tórax
resiste mucho mejor que mis testículos golpeados.
La cisterna aún funciona. Hace frío. Mis tripas están aún empapadas de tierra.
El glu glú del agua hirviendo
calienta mis deformes dedos esclerotizados, de huesos partidos que no suenan.
Luili con sus entrañas de trapo yace en la cama.
Ultimo vistazo a mis libros que gotean un vacío desolado por todas partes.
Farolas lejanas bajo la lluvia que crece sobre el mar.
Hay un cristal roto, un último cigarrillo.
No me he afeitado, y me invaden aún oscuras lágrimas sucias.

(Un tiro en la sien. Todo se acaba).




RESOLUCIÓN CON GUITARRA

Llegando a este momento preciso
en que la historia toma forma de autovía
y pequeñas flores al borde del asfalto
nos sirven de rascacielos esparcidos
para la lucidez y las amanitas,
llegando a este tiempo en que
nos crecen bosques en las cejas
o fuegos de artificio, o bombas de napalm,
llegando a este tiempo en que
las guitarras sirven de refugios atómicos
o de lechos para los amantes perseguidos
y acosados
(siempre acosados).
Llegando a este punto del camino
al borde del precipicio o las amplias alamedas,
con miles de sombras que nos acechan
y dianas y dardos y granadas en flor
y discos y señales luminosas.
Llegando a este tiempo, en fin,
advertencia:
vamos a pelear indefinidamente,
hasta el asalto final al suicidio,
hasta la eclosión de la tierra o la sal
hasta el abrazo final
hasta el adorno final
hasta el bocadillo final
hasta el periódico final
y las últimas noticias,
hasta el paseo final
y la última acera,
hasta la guagua final,
hasta el grito final
hasta el salto final
hasta la victoria final
hasta el carajo final
hasta el carajo final
qué coño,
hasta la muerte.




STUCK INSIDE OF AL ANDALUS WITH THE NATO BLUES AGAIN
(Talking around)

Hemos dejado atrás las bicicletas.
Hemos dejado atrás la laurisilva.
Conservando huellas de manzanas mordidas
y de tejados de amianto y madrugadas,
hemos sido arrastrados por un guante de humo,
un caballo de ceniza, una torre sin perfil.
Hemos entrado por las almenas de lenguas desangradas
dejando atrás el hueco de una hormiga,
una cabellera apuntillada, un mar que devora tetrápodos mutilados.

Con caras marchitas sobre la boca
nos han arrancado de los profundos surcos inextinguibles,
de la tierra ceñida por la luna, la risa y el sollozo;
hemos dejado atrás el amor y los encajes de una quemadura infinita.

Sólo nos quedan los dientes,
los dientes feroces que callarán aislados
por las puertas de cerebros devorados por las orugas,
los dientes como gaviotas con muletas en parajes continentales.

Y ahora sólo somos una multitud que desfila,
que come murciélagos recién aplastados,
marineros perdidos en una sopa de gemidos y cáscaras;
una multitud que orina y que se betuna y que blanquea sandías,
reflejada en cristales alambrados,
lejos de la sinfonía de martillos y las rocas indomables
y la arena espesa,
y los cardones, y los besos alerta.

Sólo somos nombres oscuros, flema y cigarrillos,
números descoloridos derrotados por los devoradores de cerebros.
Hemos dejado atrás los pies de la ternura, las nebulosas, las zapaterías,
los paisajes y la música de las llaves oxidadas.

Nos han traído a los patios deshabitados de la Edad Media,
por escaleras y lomos de vacas heridas y lepidópteros,
por olores nocturnos y guantes de cirujanos tenebrosos.
Ahora, pues, tras el silencio,
lloramos de espanto en los dormitorios
rodeados de nombres viejos y estandartes legendarios
de los que derramaron una sangre que no era la suya.




YA ME LLEGA EL OLOR DEL SALITRE

"Porque soy como el árbol talado que retoña:
aún tengo la vida."
(Miguel Hernández)

Ya me llega el olor del salitre.
No han podido destruirme ni siquiera con el terror,
o la desesperación,
o el disfraz en impecable estado de revista,
estos idiotas servosistematizados.

No han podido arrancarme de mis versos, de mis palabras aceradas,
de las oscuras raíces que me vinculan al magma y al éter;
no han podido hacerme renunciar a la resolución más hermosa que poseo,
vencedora de los machacamientos de encéfalos y cerebelos blanqueados.

Me esperan fuera gentes que ni siquiera me conocen.
Acaso esa mujer que vuelve de la compra a sus calderos
como si fuera a hacer un poema con cilantro y perejil y hierba huerto.
O quizá ese viejo que en la plaza aguarda que se abran las puertas del sol
para diluirse entre picadura y tos, suavemente.

Me esperan fuera los que no me leen, los que no saben que existo,
las amplias masas derrotadas antes de la batalla,
esa niña que descubre su sangre, vecina de mi casa
y esa adolescente que al pasar desea mi carne con una fuerza irrepetible.

Tengo que volver para esa abuela cubana paridora de muchas vidas,
de manos cansadas y ojos de historia y de años.
Para los enamorados,
para los que vomitan angustia por las mañanas,
para los que nunca son escuchados, he de volver.
Me esperan todos, con sus ojos y sus oídos y sus órganos sexuales
donde, sin saberlo, están mis versos.
Vuelvo para los cadáveres devorados por las hormigas,
para el que murió acuchillado en una esquina cuando iba a cruzar el mundo,
para los hombres agonizantes y las mujeres embarazadas.

Vuelvo para el que abrió la llave del gas y amaneció definitivamente pálido,
para la muchacha que será depredada por el ejército de machos,
para el niño que se baña entre las bolsas flotantes de Las Canteras.
Vuelvo para los que duermen, para los que no saben leer,
para el amenazado, el que no tiene salida.
Para mi amante enamorada que me espera.
Para todos vuelvo.

Porque aún tengo la vida.




ANTESALA DEL VIENTO

Amada mía, señora mía, cuando yo de ti ausente
a tu casa y a tus paredes por ásperos caminos haya vuelto,
todo lo que perdí volverá con las aves, con el curso de la vida
que se reanuda en Octubre: es la hora del cigarro
y las ventanas donde anidan los pájaros y el viento.

Me han sepultado tan lejos de mi tierra
que, convertido en agua,
en llanto y ceniza me deshago.

No es posible recoger tantos escombros:
la misma Europa se espanta del monstruo que ha parido,
ejércitos feroces en acecho, multitudes deshumanizadas
que aún no saben la causa de la guerra venidera,
espectros pendientes del Belcebú atómico.

Amor, amor, de un triste hábito me vistieron,
y fui obligado a arrastrar largamente cadenas y hospitales
que en torcidos alfanjes se volvían.

Amada mía, señora mía, cuando a tu cuerpo
desde esta deportación desolada haya vuelto
no quiero que mi tierra siga siendo mera geografía,
tan solo playas, dragos y dromedarios en siete islas sordomudas:
quiero un paisaje con historia.

Por nuestro amor y la vida que viene
es preciso que el planeta pierda su lúgubre condición de cárcel
aunque suponga enterrar mis versos aún vivos
bajo los rojos, los ocres, azules, malvas diluidos
de la ciudad que proyecta su agonía interminable.

Con el corazón contraído en un último esfuerzo, pronto me alejaré
de estos hombres que tienen timbres invisibles en las espaldas.

Ya siento la máquina de escribir estremeciéndose a cada verso,
cabellos que crecen hasta el nivel de los pozos artesianos de la sangre
y violetas que crecen de un despertador pisoteado.

Volveré a pasear con todos los verbos intransitivos desahuciados
bajo el brazo,
como un gato de pies delicados deslizante y errático por las calles grises
con tu imagen clara bebiendo en el oasis de mis ojos.

He tendido los rieles: el tren no tardará.
Pronto subiré y bajaré a la espuma del mar en una ascendente hélice irisada.
Y con grandes pasos, confiado, seguro, solo,
echaré de nuevo a andar.




AL ENCUENTRO DEL MAGMA

"Consigna:
arrancar la alegría a los días venideros".
(Vladimir Vladimirovich Maikovski)

A ocho mil metros de altura, aproximadamente,
amigos míos, hacia la libertad me dirijo
(una libertad condicional, quede claro).

Queridos enemigos, señoras respetables, damas,
niñas repipis sentadas en una lágrima,
caballeros, señoritas, personas decentes:
vuelvo para escupirles patadas verbales en las mejillas sonrosadas.

Querida fauna excremental de las islas,
ladys, gentlemen, everybody:
los campos de concentración no apagan las palabras.


En el vuelo IB 371, Sevilla Las Palmas,
el 21 de Octubre de 1981.



ESTOY LLENO DE ISLA

Me arrancaron hacia la Europa meridional,
hacia donde no hay viento o perfume del hombre,
hacia donde jamás el mar impone su amenaza.
Pero aquí quedaron mis pulmones respirando en Las Canteras,
como música cuajada en hielo súbito.
Aquí quedaron mis ojos oteando entre los versos
de muchachos de miradas polvorientas
y profundos cercos de muerte en las mejillas,
y un lejano horizonte que se encuentra más allá de la línea azul
donde las espumas furiosas amontonan sus rastros.
Aquí se quedó mi corazón, perdido en las ramas de un amor delirante,
y mi espalda apoyada en la arena cálida,
en el recuerdo tibio de avispas ahogadas
y en la razón.
Quedaron mis fuerzas empeñadas en una lucha infinita,
y mis palabras,
que no aplauden los consagrados de dentaduras de vidrio postizo,
ni las autoridades, ni la gente respetable.
Mi sexo, mis riñones, mis vasos capilares y las arterias
quedaron en el subsuelo
(¿o no han notado un ligero sabor a sangre
desde hace unos meses en el agua corriente?)

Quedaron aquí entre nísperos y amanitas
mis compañeros de viaje, mis cómplices de poesía,
como aprendices de brujo o harimaguadas.
Poco de mí se llevaron ciertamente estos lobos
(acaso las gafas, ni siquiera la mirada).

Mi espacio sin perfil en isla se abandona:
aquí me quedé
y aquí me encuentro.




BALADA OSCURA

Con un rictus amargo y una lava injuriada,
con un rictus amargo y como un puño obstinado,
suenan con voz aguardentosa y oscura
palabras densas y destrucciones que me son conocidas.
Silba el tiempo sin medida con un cierto perfume de ciruelas,
con molinillos de café y alambiques de alcanfor,
y botellas rotas y tiras de papel y calendarios amarillos.

El Tao es el devenir del Universo y fluye en todas direcciones,
con largos tormentos y orgasmos intensos y sacudidas de arena,
con flores de venas celestes que crecen al borde del asfalto,
con abejas nupciales que emergen violentamente
o linternas pálidas bajo la lluvia gris.

El Tao es aquello por lo que todas las cosas son como son:
los bosques que nos crecen en las cejas,
la eclosión del titanio, las orejas mordidas,
las escamas de sal, las miradas húmedas como piernas abiertas,
los pezones, las amapolas, los relámpagos,
las galaxias, los testículos, las válvulas mitrales.

Con una lucidez invencible y enemiga
nada hay en el mundo más débil que el agua
pero no hay nada mejor para vencer a lo fuerte.

Como una ola hecha de todas las olas
con espuma amarilla y aletas de sangre,
El Tao nada hace, y sin embargo
nada queda sin hacer.

Entre desmedidos edificios y aceras mojadas
la ciudad se disuelve insomne junto a los muelles.
Los hombres vienen y van como un ejército fantasma,
y las jóvenes parejas se introducen dedos temblorosos con olor a nicotina,
recorren encendidas las esquinas ocultas y las autovías,
desembocan en este o aquel instante, avanzan
como un pleamar de bilis o de saliva,
de semen verde, de azogue y de alcrebite.

Llega la primavera y la hierba crece por sí misma,
y negras raíces en forma de cuchillos o de falos
se levantan en las playas de un océano de guitarras azules
como delfines ciegos o dimensiones turbias
en un movimiento sin tregua, desolado, final.




LAS SIETE DE LA TARDE

Soy solo un hombre pendiente de una puerta.
De la marcha del reloj.
Del minuto que falta.
En medio del murmullo desocupado
de las siete de la tarde
y ese tono especial que invade
el bar de Magisterio,
soy solo un hombre pendiente de una puerta.

Como un idiota tengo miedo a que esta vez no venga.
Pero de un momento a otro,
quizás antes de terminar de escribir,
va a llegar,
va a aparecer por esa puerta,
va a besarme
y abrazarme
y llenarme los oscuros recodos del corazón hasta estallar.

A mis años,
ya se ve,
soy solo un hombre pendiente de una puerta.




LA SANGRE VIENE SILBANDO DE LEJOS
(Homenaje a Neruda)

"Y una paloma muerta con un número"
(Pablo Neruda)

Como la miel, como mares poblándose
de lo lleno, oscuros de pesadas gotas grises,
de miradas polvorientas caídas sobre la leche pétrea de los escritorios,
su movimiento es húmedo, decaído, final.

Largamente he permanecido mirando mis largas piernas,
el desgaste hasta el tuétano de los codos,
los jóvenes homosexuales y los gatos que cruzan la calle en silencio,
este gran bosque respiratorio y enredado,
algo abiertamente invencible y enemigo.

El olor de las mercaderías me hace llorar a gritos
en medio de pájaros de azufre y horribles intestinos
de hierro injuriado, con ojos de yeso.

El día de los proletarios, el día pálido se asoma,
rechazado al caer y como un puño obstinado.
Hay algo denso, unido, sentado en el fondo,
un extremo imperio de confusas unidades,
de falsos dirigentes, de costumbre un tanto lúgubres.

Un ejército de luz nace con fuerza en mis manos,
desde ahora, como una partida verificada lejos,
violentamente emergiendo, fríamente asociándose,
en el fondo del mar profundo que surge de la sangre.

En la noche de los terrores, volando en la voz de la lluvia
he vencido al ángel del sueño, el funesto pasado
conquistado, a punta de bayoneta, por lo vespertino;
he paseado con calma, con ojos, con zapatos,
por hospitales donde los huesos salen por la ventana
acompañado por la sombra de las administraciones.

(Qué pura eres de sol y de noche caída
como filos de espadas o herencias del humo,
oh, mujer de mi corazón, hija de la tierra,
hecha de encadenadas hojas amargas;
en tu frente descansa el color de las amapolas:
mi alma te pregunta desesperadamente por el metal que necesita.)

El viento de las calles, el viento gris,
vestido de un fulgor moribundo y una escama opaca
entre sombras y espacio, de cada uno
de estos días negros como viejos hierros,
en un movimiento sin tregua, precipitadamente pálido,
verá partir la lluvia un enlutado día
con su azul material vagamente invencible.




EL HIJO QUE ME VA A NACER

El hijo que me va a nacer
se está muriendo de hambre en Somalia,
es palestino en Gaza o Cisjordania,
es un senderista torturado en Lima,
está cayendo alcanzado por la metralla en Sarajevo,
esconde su piel en los suburbios de Soweto,
se lo comen las ratas en Tailandia,
lo matan en las calles de Brasilia,
nunca aprenderá a leer en Guatemala
y lo devora la fiebre en una barraca de Turquía.

Lo persiguen ferozmente en todas partes,
pero en todas partes vive:
a vivir viene a este planeta,
a resistir como cada uno,
y se alimenta bien y está bien cuidado
cerrando el puño en el vientre de su madre.




BALADA DEL NO HAY OLVIDO

A veces el destino de tus lágrimas llega hasta mí
como un arma terrible ardiendo con el tránsito de los besos,
entre restos de amor que discurren barranquera abajo,
como un sanguinolento pleamar de vino y de substancia,
de fríos amaneceres sin sonido, de metales insistentes
y de mariposa que agonizan con la ausencia.

A veces eres mujer y otras veces nenúfar;
a veces es perfume de ciruelas lo que circula por tus vasos linfáticos,
y esfuerzos humanos como palomas entre la noche y el tiempo.
Has conservado una tendencia amarga, un sabor solitario,
el aire encadenado sobre las ciudades.

A veces te desangras en los lavabos
o mueres de sobredosis en los retretes,
o te duermes borracho en los gélidos parques centrales
tal que bosques enjaulados de la city.
A veces te enamoras y otras veces respiras a medias:
tu corazón es un océano sin orillas, un lecho junto al frío,
un portal huido, un dominio acuchillado los domingos.

De cada uno de estos días negros a la deriva
recuerdo tu sombra contra las esquinas y los semáforos,
como un ciervo perdido en la espesura,
entre la masa sudorosa y apresurada,
con su directa indiferencia o su espeso latido.

Yo defiendo lo tenaz que aún sobrevive en tus ojos,
la esperanza que nace a cada paso posterior a cada derrota,
como si fueras algo que se transforma perpetuamente.

Un día de estos vas a descender de los rascacielos,
vas a subir de las alcantarillas,
vas a desenvainar palabras duras como filos de espadas,
vas a traer un cierto gesto intransigente, un magma regurgitado.

Un día de estos te vas a encender con venas y con saliva,
con dedos y pezones y pestañas nocturnas;
vas a inundar con amapolas y relámpagos
estas calles que huelen a cebolla mojada y nidos de gaviotas,
pintando con sangre sumergida las escuelas y los barrios periféricos.

No hay olvido.




TESTAMENTO

Si muero sin que tú mueras, compañera,
quiero que vivas por los dos,
que combatas por los dos.

Y que termines mis poemas
y la revolución.


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